Internet es como el metro, nos democratiza

DICEN QUE EL METRO es la auténtica democracia de las grandes ciudades. Un director de empresa, un inmigrante sin papeles, o un estudiante lo utiliza de la misma forma por su rapidez. Sin clases, sin tarifas especiales, ni extras, sólo transporte. Todos iguales.
En internet sucede algo parecido aunque con ciertas diferencias. Evidentemente existe una brecha digital entre los que tienen acceso a las nuevas tecnologías y los que no. Y entre los que usan ordenadores existe otra entre los que no tienen acceso a la Red, los que sí la tienen a baja velocidad, y los que disfrutan de la banda ancha. Siendo generosos y obviando también la que establece el coste de la conexión a internet, podemos ver cómo los internautas pueden disfrutar prácticamente de los mismos servicios de forma gratuita gracias a internet. Tenemos discos duros virtuales donde almacenar nuestros ficheros como Dropbox, compartir nuestras fotos con FlickR, vídeos con YouTube, y GMail eliminó los límites de espacio en nuestras cuentas de correo electrónico vía web. Son ejemplos bien conocidos de los primeros servicios de la llamada web 2.0 que podemos disfrutar y compartir de forma gratuita.
Los que trabajamos en crear soluciones web empezamos a mirar las posibilidades de los teléfonos de última generación como una realidad que tenemos que abordar cuanto antes y al mismo tiempo seguimos madurando los servicios que ofrecemos en internet. Esta semana me sorprendí al leer como un negocio quería tener un hilo musical en la oficina y utilizaron Last.fm para crear una emisora en internet en la que todos pudieran aportar canciones, y vetar las que no deseaban escuchar. De esta forma eliminaron los turnos al poner música, o que alguien tuviera que aguantar alguna canción que no soportaba. Consiguieron en poco tiempo tener una emisora común, compartida, pública para el resto de internautas y con capacidad de cambiar la lista de canciones a medida que lo hacían los gustos de los que se encontraban en esa oficina.
El anterior es sólo un ejemplo del cambio de mentalidad que favorece la web y que empieza a propagarse entre los internautas a medida que pasan horas tras una pantalla de ordenador. Hasta hace un par de años el cambio vino para superar las barreras a las que nos obligaban los fabricantes de los dispositivos «cerrados» que sólo se podía encender, usar como nos indicaban, y apagar. La primera oleada del cambio, en la que todavía se encuentran muchos, se fomentó gracias a los teléfonos móviles. Nos enseñaron que podíamos poner melodías que nos llaman la atención según quién nos llama, cambiar la imagen de fondo del móvil, instalar algunos programas, y en algunos casos las carcasas. Es habitual ver en una sobremesa varias personas con los móviles en la mano e intercambiando melodías e imágenes.
La nueva ola de cambio está relacionada con el conocimiento. Se trata de poder compartir de forma voluntaria nuestros usos y costumbres con el de millones de internautas para generar nuevo conocimiento. Podemos hacerlo publicando nuestros contenidos, como una lista de canciones. O aceptando que cada persona, con su grandeza, es un dato estadístico más. Portales como Amazon, Last.fm, y Google, por ejemplo, utilizan los hábitos de millones de internautas anónimos para ofrecernos un mejor servicio.
Publicado en EL DÍA el 1 de febrero de 2009

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