Viejos monopolios, nuevos monopolios

Las discográficas están de vacas flacas desde hace años. Las editoriales de libros se enfrentan a una crisis de modelo con la aparición de lectores electrónicos como el Kindle de Amazon, o la posible obligatoriedad de ofrecer ficheros para el ordenador en lugar de papel a los escolares. Incluso los escritores más reconocidos proclaman en los foros y congresos su preocupación por el descenso cultural que puede provocar esta nueva transición hacia lo digital.
Los internautas y “gurús”  de la Red proclaman las bondades de un sistema en el que no se dependa del punto de vista de un editor y sea el propio autor el que con sus medios y buen hacer sea capaz de tener un superventas. No son pocos los creadores que se quejan porque tienen que pagar para sacar su primera creación a a luz. Sólo los editores son los que se quejan de este nuevo mecanismo de difusión y venta de la cultura. Defienden su labor como intermediadores ya que le añaden valor a la obra. Ambos tienen su punto de verdad y probablemente cueste más en la lectura que en la música, pero al final el modelo cambiará hacia uno en el que sea el usuario final y la propia capacidad del creador de crearse su campaña la que nos descubra nuevos talentos en lugar de una gran editorial.
El problema surgirá en ese momento con los e-distribuidores de la cultura. Unas pocas empresas que atenderán a todo el globo. Serán los nuevos monopolios que se repartirán la tarta y que supondrán nuevas batallas en la creación y difusión de la cultura.