La vida es eso que dicen que te pasa mientras haces planes. Y es verdad. Al menos en cierta medida. Les contaré una lección que aprendí entre dos siglos.
Vivimos tiempos de frustación, de cambios, crisis… Situaciones en las que tenemos que abandonar lo que considerábamos la «base» de nuestra vida y entender que la ese suelo siempre puede estar más abajo. Las condiciones han cambiado y la globalización nos ha afectado a todos. Un mercado que nos puede, contra el que no podemos hacer nada y una corriente de actuación y de formas de sociabilizar (consumo de ocio, redes sociales…) que nos arrastra
Sin embargo, no es así. Puedes elegir. Tienes toda la libertad del mundo, en este país, para optar por aquello que quieras. Solo hay un requisito: tan grande y difícil sea aquello que quieres conseguir, tan grande será lo que tienes que dejar de lado o atrás. Nadie dijo que existiesen los milagros. Es una cuestión de decisiones y de determinación.
La podemos encontrar en los «pipiolos» que han creado las punto com más importantes de este mundo como Facebook o Google. Sus valores, su forma de entender la vida y de cómo la tecnología nos afecta está reflejada en estos servicios que están cambiando para siempre nuestras vidas. Ha sido su determinación, su compromiso y sacrificio la que han construido gigantes con poblaciones de cientos de millones de personas. Un nuevo mundo se abre ante nosotros. Solo hay que abrir los ojos, reaprender lo que sabemos, conocer que sucede en cualquier lugar del planeta y aprovechar las tendencias.
No es una cuestión de estética o plástica como el tener una app. Es algo más importante, que implica una gestión sostenible.
Épocas de crisis las vivieron nuestros abuelos en un mundo no conectado. Con mayores limitaciones sociales. Recursos más escasos. Libertades civiles que nos harían llorar volver a ellas. La determinación es algo que puede empezar como una chispa o como una reflexión en tardes en las que acompañamos a nuestra familia a sus quehaceres y tenemos tiempo para pensar. La determinación surge cuando nos damos cuenta de que algo puede ser mejor y que nuestra voluntad es la que permitirá mejorar o conseguirlo aceptando que el fracaso puede llegar pero no significa que sea una opción.
Esta determinación y coraje la he visto en muchas personas. De algunas aprendí lo que pude. De otras no tendrá años mi vida para lamentar no haber aprendido un poco más. La fuerte determinación normalmente genera afectos y desafectos. Es así y tienes que estar preparado para ello. La pregunta que en algunas organizaciones te enseñan pero que se ha universalizado gracias a alguien que también tenía una gran determinación y es tan admirado desde la distancia como algunos sufrieron sus consecuencias en las cercanías es la que nos reconoce ante una pregunta decisiva ¿hasta dónde llega mi compromiso?
