Todo tiene un porqué. En ocasiones un origen no confesado, en otras se ofrece una imagen sin confesar los motivos reales.
La curva de aprendizaje es un proceso inherente a nuestro desarrollo. Todo requiere un conocimiento previo. Unos escalones que superar sobre los que cimentar el próximo paso. En ocasiones es rápido, en otras no tanto. Un proceso inteligente del desarrollo del conocimiento hace que cada paso sirva como un bloque de una pared para poder apoyar el siguiente. Sin embargo, no siempre es posible. Escasez de recursos, hipotecas dolientes de un pasado que no volverá, opinar sin conocer los procesos y coste (en tiempo o recursos) que conlleva la actividad… Son características que lastran la gestión. Es fácil gestionar en abundancia. No tanto obtener resultados positivos cuando se hace en inferioridad.
En ocasiones es necesario abrir la mente, olvidar clichés del pasado. Entender que las nuevas fórmulas requieren asumir una realidad cambiante y que requiere obtener resultados más allá de las metáforas idealistas que podemos recrear en nuestros pensamientos a través de la observación. De la misma forma que hay niños que piensan que la leche crece en fábricas de tetrabricks otros disfrutan de su Keteke particular.
Lo más importante tanto para el que conoce como para el que habla de lo que no conoce es que para ambos siempre habrá algo más que hacer, un nuevo objetivo que conseguir, una nueva meta que superar. Objetivos que solo se pueden conseguir si en esa curva de aprendizaje de la excelencia los pasos se han dado para construir de forma sostenible.