Amor, nieve y mar

NOTA: En esta historia no hay un Frank ni una María. Tampoco le he dedicado todo el tiempo que necesita una historia para dejarla escrita sin los errores que provoca la improvisación. En este caso se la dedico a quién provocó que la escribiera. Se las dejo tal cual la escribí, según se me estaba ocurriendo, fue una conversación en directo que quise guardar, porque sabía que no volvería a escribirla tras haberla contado. De nuevo una imagen y lo que le provocaba a ella hizo que pensara en este cuento de sentimientos. El amor en el amplio sentido de la palabra siempre da unos frutos maravillosos aunque el tiempo borre su intensidad y sólo deje su huella. En este cuento también.
 
Cuando existían los seres humanos pensaban que podía conocerlo todo y que sólo con ellos aparecieron los sentimientos en la Tierra. Se equivocaban. Antes de que existiera el primero hombre sucedió algo en una isla conocida millones de años más tarde como Tenerife.

En aquella época la historia se medía en centenares de siglos y los cambios en la Tierra, sin contar las estaciones, eran lentos. El hombre cree que inventó la música, pero ya la Naturaleza lo había hecho. En Tenerife silbaba el viento en la cumbre su volcán, entre sus conos y tapones de lava y la música del polvo de ceniza generaba notas dónde no había nada.
Esa música con el tiempo hizo posible lo que el hombre pensó que sólo era suyo, los sentimientos. Y a medida que pasaban los siglos, con el lento caminar del tiempo en un mundo sin vida hizo que naciera algo maravilloso, el amor.
Al principio sólo era un escalofrío del viento, más tarde fue creciendo, alimentado por la ansiedad de la tierra de sentirse acariciado por el aire. Y cuando las piedras y tierra se acostumbraron a que existía un sentimiento, empezó a reconocer otros, como el cariño y calor que le producía el agua cuando le tocaba.
El cariño del aire y el, calor del agua se mezclaron hasta que un volcán, que se conocería como Teide, empezó a sentir algo especial que no había existido antes.
Ese sentimiento era amor, pero no por el viento, sino por el mar. Ese calor de agua infinito y tan grande como era él. Siempre en la distancia, coqueteando con sus olas, tocando la orilla de su isla, pero que ni siquiera en las noches de marejada era capaz de acercarse a él, siempre distante en las alturas.
El Teide en sus alturas miraba al mar en la distancia. Una mar que echaba de menos tener el cariño calor de un trozo de tierra que le quisiera.
El amor hace daño y durante muchos siglos el Teide tronó y explotó, aulló y se incendió intentando bajar a la mar, a su mar, que esperaba inquieta y sin perder la esperanza en que el viento la ayudara a subir hasta por quién dirigía su sentimiento.

La frustración de ambos crecía con el tiempo y sólo podían soñar que cuando él recobrara fuerzas y explotara, algún trozo suyo cayera al mar, y ella sintiese como durante un instante recibía un trozo de su calor en un baño de burbujas al enfriarse ese trocito de amado.
Pasaron millones de años hasta que el Teide entendió lo que significa el amor. No es un sentimiento fácil de entender, y muchas veces hay que renunciar a parte de la existencia para poder disfrutarlo, en otras no. Sin embargo, este primer amor que creó la Naturaleza es un sentimiento intenso y tan complejo como sencillo. Requería un sacrificio que el Teide no entendió hasta que pasó mucho tiempo.

Mirando siglo tras siglo como pasaban las estaciones mientras miraba a la mar, comprendió que el amor compartido no es algo que se busque es algo que aparece sin que muchas veces consigamos entender el por qué. Y por fin, él entendió lo que tenía que hacer.
Decidió dejar de ser Teide para poder amar. Entendió que tenía que dejar de mirarla y verla durante mucho tiempo para que llegara ese momento compartido, ese primer Abrazo, ese primer sentimiento compartido de los dos. 
Así que dejó que su amor por el amar, se fundiera con la lluvia, que se convirtiera en nieve. Renunció a ver a la mar a cambio de ser nieve que se posaba en lo que él era antes, un volcán.
Como sólo un ser enamorado es capaz de hacer, confió en lo que hacía y en ser bien recibido, dejó que pasara un instante, lo que para el hombre sería meses, y él que ya era nieve se convirtió en agua y entró en la tierra con los rayos de una primavera.
Era su primera primavera como agua, y entró en el volcán. Todo oscuridad, sólo tenía el recuerdo de su mar y su brillo Gracias al sol. Dejó que pasaran siglos mientras recordaba las olas de su amada, el brillo de su agua, la espuma en sus playas. Y con este pensamiento, llegó un momento en el que volvió a sentir la luz y salió del volcán.
Ahora era torrente, y bajaba por lo que había sido una de sus arrugas que le dejó el tiempo, un barranco. En ese momento lo comprendió, el sacrificio de su amor alcanzaría sus frutos. Y un nuevo sentimiento nació, el de la impaciencia.
Tenía prisa y poco a poco fue ganando velocidad, incrementándose de tamaño, haciendo que él, que ahora era agua, arrastrara tierra y piedras en una carrera sin fin, vertiginosa, el fin estaba cerca.

Y de repente la vio, allí estaba la mar, más cerca que nunca en la vida, ese amor creció y cobró fuerza. La misma que le empujaba hacia el mar mientras ella con sus olas, le marcaba el camino de dónde esperaba. Y al fin llegó el momento, él era torrente, ella era mar. Y en una ola de espuma intensa, se mezclaron torrente y mar en un Abrazo gigante, intenso, cálido, desesperado por el tiempo que habían pasado sabiendo lo quera el amor pero sin poderlo compartir. Este Abrazo  se rompió en los peñascos de la isla, por primera vez quien fuera Teide y mar se besaron, a su forma, por primera vez. Y allí el amor creció y nació la vida.

3 comentarios

  1. O__G__

    La imaginación es el lápiz con que el niño pinta sus mejores aventuras.
    Gracias por hacer lo tan bien… y dejar sin más adentrarnos en el papel

  2. Haridian

    Fantástico Paco, te superas con cada ¨historia¨ que escribes. Sigue así 🙂

  3. S G

    ESTA LLEGO A SU FIN?

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