Herzlichen Glückwunsch!

La forma de percibir la tecnología en el mundo actual – es decir hoy y no ayer – ha cambiado más de lo que parece. Los que tenemos un poco de memoria recordamos la época en la que los grandes de la Red eran identificados por el liderazgo de sus creadores más allá del circuito en las que se encuentran los especialistas en tecnología de contenidos. Había una huella indeleble parecida a la que se recuerda en la relación entre Microsoft y Bill Gates. Con Steve Ballmer no es lo mismo.
Apple era, y es, Steve Jobs. Yahoo! era Jerry Yang, FlickR era la pareja perfecta… Una larga lista de creadores de servicios que se incrementa día a día, mes a mes. Participar en algunos foros te va dando ideas de que proyectos pueden despuntar en el próximo semestre. No obstante, parece que estamos viviendo en esta época el síndrome de Belén Esteban 3.0. Parece que para demostrar que se conoce de tecnologías hay que sumar uno al número de moda. Por eso duele a los oídos escuchar el 4.0 (sic) a quién no ha llegado a la mitad de esa cantidad. Detrás de enunciar un concepto tiene que haber un conocimiento o te conviertes en busto de escaparate, solo vistes la ropa.

Vivimos el momento de la notoriedad, de los fuegos artificiales, por encima de lo relevante, de las características que demuestran que la palabra éxito no se relaciona con un fogonazo, sino con una luz de gran intensidad continua en el tiempo. ¿Se acuerdan de Keteke? La gran red social de Movistar. Un barco de ejecutivos desembarcaron ante jóvenes que no llegaban a los 30 y si fueron listos descubrirían que no sabían donde se metían. A pesar de todo, compraron una imagen, dos palabras y alguna idea y creían que podrían ejecutarla solo por tener capital y medios para desarrollar una caja de zapatos. A pesar de que podrían invertir a fondo perdido lo que quisieran, no les duró ni dos años. Para poner en la balanza otro ejemplo, Apple, un ejemplo de búsqueda de la excelencia, ha reconocido que Ping no es lo suyo en cuestión de meses. Lo dijo un workalcoholic.

– teoría + práctica
Reconozco que en ocasiones le dedico tiempo a escuchar con una sonrisa a los teóricos sin fondo. Contar una idea, un concepto, adornado de palabras y términos coherentes es muy fácil. Ponerlos en unos slides o papel, también. Incluso con un vídeo que lo enriquezca para demostrar que puede existir. Lo cierto es que los proyectos del ecosistema de la información se fundamentan en el fondo, en el papel que pueden jugar en ese ecosistema al nacer, la capacidad de pivotar, la capacidad de adaptarse a los big players, o simplemente de que utilicen metáforas probadas que no estén afectadas por los condicionantes implícitos a un escenario diferente. Leer opiniones, y datos, de personas como Aaron Greenspan, Adam D’Angelo, Bernardo Hernández, o  Joseph Smarr, entre otros, aportan muchísimo más valor que los teóricos que han realizado siempre malas ejecuciones de proyectos.
Como en la naturaleza, un ecosistema que nació millones de años y que han clonado los ecosistemas digitales, lo que importa es que todos los días la clorofila tiene que funcionar. Lo noticioso, el efecto ébola, no es perdurable, y siempre será un cohete de artificio.

Deja un comentario